martes, 10 de enero de 2012

Reir LLorando (Garrick, Juan de Dios Peza)


Viendo a Garrick -actor de la Inglaterra-
el pueblo al aplaudirlo le decía:
“Eres el más gracioso de la tierra,
y más feliz…” y el cómico reía.

Víctimas del spleen, los altos lores
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,
y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.

Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.

-Viajad y os distraeréis. -¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad. -¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer. -¡Si soy amado!
-Un título adquirid. -¡Noble he nacido!

-¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis? -¡Tantas escucho!
-¿Qué tenéis de familia? -Mis tristezas.
-¿Vais a los cementerios? -Mucho… mucho.

-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos, mis verdugos.

Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal, y no debe acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo
“Sólo viendo a Garrick podréis curaros”.
-¿A Garrik? -Sí, a Garrick… La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡Tiene una gracia artística asombrosa!
-¿Y a mí me hará reír? -¡Ah! sí, os lo juro;
Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo-, no me curo:
¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.

¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto,
y también a llorar con carcajadas.

lunes, 9 de enero de 2012

El Ultimo Discurso (Charles Chaplin)



"!No sois maquinas! !Hombres es lo que sois!"
----------------------------------------------------------Lo siento mucho,pero no pretendo ser un emperador.No es ese mi oficio.No pretendo gobernar ni conquistar a nadie.Me gustaria ayudar_si es posible_a judios,la gente...negros...blancos.
Todos deseamos ayudarnos los unos a los otros.Los seres humanos somos asi.Deseamos vivir para la felicidad del projimo,no para su infortunio.¿Porque habriamos de odiarnos y despreciarnos?.En este mundo hay espacio para todos.La tierra,que es generosa y rica,puede proveer a todas nuestras necesidades.
El camino de la vida puede ser el de la libertad y de la belleza,sin embargo nos extraviamos.La codicia enveneno el alma de los hombres....levanto en el mundo las murallas del odio...y nos ha hecho avanzar a paso de ganso hacia la miseria y la muerte.
Creamos la epoca de la velocidad,pero nos sentimos enclaustrados dentro de ella.La maquina que produjo abundancia,nos ha dejado en la penuria.
Nuestros conocimientos nos hicieron escepticos;nuestra inteligencia,empedernidos y crueles.Pensamos demasiado y sentimos bien poco.
Mas que maquinas,precisamos de humanidad.Mas que de inteligencia,precisamos de afecto y ternura.Sin esas virtudes,la vida sera de violencia y todo estara perdido.
La aviacion y la radio nos aproximaron mucho mas.La propia naturaleza de esas cosas es una apelacion a la bondad del hombre...Una apelacion a la fraternidad universal...a la union de todos nosotros.
En este mismo instante mi voz llega a millones de personas por el mundo....millones de desesperados,hombres,...mujeres,...niños..,victimas de un sistema que tortura seres humanos y encarcela inocentes.
A los que me puedan escuchar digo:"!No desesperen!".La desgracia que ha caido sobre nosotros no es mas que el producto de la codicia en la agonia...de la amargura de los hombres que temen el avance del progreso humano.
Los hombres que odian desapareceran,los dictadores sucumben y el poder que del pueblo arrebataron ha de retornar al pueblo.Y asi,mientras mueran hombres,la lucha por la libertad nunca perecera.
!Soldados!..!No se entreguen a esas brutalidades......que los desprecian....que los esclavizan....que reglamentan nuestras vidas...que dictan vuestros actos,vuestras ideas y vuestros sentimientos!!Que los hacen marchar en el mismo paso,que los someten a una alimentacion reglada,que los tratan como a un ganado humano y que los utilizan como carne para cañon!
!.No sois maquinas!.!Hombres es lo que sois!
!Y con el amor de la humanidad en vuestras almas!..!No odieis! !Solo odian los que no se hacen amar y los inhumanos!
!Soldados!!No batalleis por la esclavitud!!Luchen por la libertad!.En el decimo septimo capitulo de San Lucas se dice que el reino de Dios esta dentro del hombre,no de un solo hombre o de un grupo de hombres,sino de todos los hombres.
!Esta en ustedes! !Ustedes,el pueblo,tienen el poder!!El poder de crear maquinas!!El poder de crear felicidad!
Vosotros el pueblo,teneis el poder de tomar esta vida libre y bella...de hacerla una aventura maravillosa.!Por lo tanto_en nombre de la democracia_usemos ese poder!!Unamonos todos nosotros!.Luchemos por un mundo nuevo...un mundo justo que a todos asegure la oportunidad de trabajo,que de futuro a los jovenes y proteccion a los viejos.
Es por la promesa de tales cosas que desalmados han subido al poder.
Pero..!Solo engañan! !No cumplen lo que prometen!!Jamas lo cumpliran!Los dictadores se liberan,sin embargo,esclavizan al pueblo.
Luchemos ahora para liberar al mundo,abatir las fronteras nacionales,dar fin al lucro,al odio y la prepotencia.!Luchemos por un mundo de razon,un mundo en que la ciencia y el progreso conduzcan a la ventura de todos nosotros!
!Soldados,en nombre de la democracia,unamonos!
Hannah,¿me estas escuchando?.Donde te encuentres !yergue los ojos!
¿Ves,Hannah?!El sol va rompiendo las nubes que se dispersan!
!Estamos saliendo de la penumbra hacia la luz.!.Vamos entrando en un mundo nuevo,en un mundo mejor,en que los hombres estaran sobre la codicia del odio y de la brutalidad..
!Yergue los ojos,Hannah!.El alma del hombre gano alas y al fin comienza a volar.
Vuela tras el arcoiris,tras la luz de la esperanza.
!Levanta los ojos,Hannah!..!Levanta los ojos!


Fuente: http://www.aporrea.org/actualidad/a3065.html







jueves, 5 de enero de 2012

Rayuela - Capitulo 6 (Julio Cortazar)



La técnica consistía en citarse vagamente en un barrio a cierta hora. Les gustaba desafiar el peligro de no encontrarse, de pasar el día solos, enfurruñados en un café o en un banco de plaza, leyendo-un-libro-más. La teoría del libro-más era de Oliveira, y la Maga la había aceptado por pura ósmosis. En realidad para ella casi todos los libros eran libros-menos, hubiese querido llenarse de una inmensa sed y durante un tiempo infinito (calculable entre tres y cinco años) leer la opera omnia de Goethe, Homero, Dylan Thomas, Mauriac, Faulkner, Baudelaire, Roberto Arlt, San Agustín y otros autores cuyos nombres la sobresaltaban en las conversaciones del Club. A eso Oliveira respondía con un desdeñoso encogerse de hombros, y hablaba de las deformaciones rioplatenses, de una raza de lectores fulltime, de bibliotecas pululantes de marisabidillas infieles al sol y al amor, de casas donde el olor a tinta de la imprenta acababa con la alegría del ajo. En esos tiempos leía poco, ocupadísimo en mirar árboles, los piolines que encontraba por el suelo, las amarillas películas de la Cinemateca y las mujeres del barrio latino. Sus vagas tendencias intelectuales se resolvían en meditaciones sin provecho y cuando la Maga le pedía ayuda, una fecha o una explicación, las proporcionaba sin ganas, como algo inútil. "Pero es que vos ya lo sabes", decía la Maga, resentida. Entonces él se tomaba el trabajo de enseñarle la diferencia entre conocer y saber, y le proponía ejercicios de indagación individual que la Maga no cumplía y que la desesperaban.

De acuerdo en que en ese terreno no lo estarían nunca, se citaban por ahí y casi siempre se encontraban. Los encuentros eran a veces tan increíbles que Oliveira se planteaba una vez más el problema de las probabilidades y le daba vueltas por todos lados, desconfiadamente. No podía ser que la Maga decidiera doblar en esa esquina de la rue de Vaugirard exactamente en el momento en que él, cinco cuadras más abajo, renunciaba a subir por la rue de Buci y se orientaba hacia la rue Monsieur le Prince sin razón alguna, dejándose llevar hasta distinguirla de golpe, parada delante de una vidriera, absorta en la contemplación de un mono embalsamado. Sentados en un café reconstruían minuciosamente los itinerarios, los bruscos cambios, procurando explicarlos telepáticamente, fracasando siempre, y sin embargo se habían encontrado en pleno laberinto de calles, casi siempre acababan por encontrarse y se reían como locos, seguros de un poder que los enriquecía. A Oliveira le fascinaban las sinrazones de la Maga, su tranquilo desprecio por los cálculos más elementales. Lo que para él había sido análisis de probabilidades, elección o simplemente confianza en la rabdomancia ambulatoria, se volvía para ella simple fatalidad. "¿Y si no me hubieras encontrado?", le preguntaba. "No sé, ya ves que estás aquí..." Inexplicablemente la respuesta invalidaba la pregunta, mostraba sus adocenados resortes lógicos. Después de eso Oliveira se sentía más capaz de luchar contra sus prejuicios bibliotecarios, y paradójicamente la Maga se rebelaba contra su desprecio hacia los conocimientos escolares. Así andaban, Punch and Judy, atrayéndose y rechazándose como hace falta si no se quiere que el amor termine en cromo o en romanza sin palabras. Pero el amor, esa palabra...



Fuente:  http://www.literaberinto.com/cortazar/rayuela6.htm

miércoles, 4 de enero de 2012

Como a la gente le gusta mas ver viejas en pelota que leer, decidimos juantar ambas cosas


Erotismo y poesía: el primero es una metáfora de la sexualidad, la segunda una erotización del lenguaje. (Octavio Paz)

Así la literatura es mas interesante

El amor y el Psicoanlisis (Lios de faltas I)

Este es el primero de una serie de 12 artículos pscioanaliticos que tratan de explicar el desencuentro amoroso basados en los postulados Freud y Lacan. Una imperdible serie que vale la pena leer con unas buenas tetas.


En este primer post de la serie "Líos de faltas" -que trata los enredos en las relaciones amorosas- me gustaría hablar del  desencuentro amoroso y el sufrimiento que éste acarrea cuando se lo vive desde la trampa neurótica; es decir, como una carencia personal.  

Me parece interesante abordar este Lío de faltas desde un una mirada psicoanalítica ya que, según creo, ésta puede ser de gran ayuda en dar luces sobre cómo salir de la trampa neurótica  a la que hice alusión, toda vez que las llamadas "penas de amor" son un tema tan recurrente que parece estar en todas partes: tanto en el discurso de quienes las padecen –prácticamente todo el mundo- hasta en los millones de textos que teorizan acerca de ello, que van desde best sellers de auto-ayuda para el gran público, hasta acuciosas investigaciones y rimbombantes tratados académicos. Esta diversidad de abordajes hacen que, a oídos de ciertos sujetos, el título de “relaciones amorosas” cobre tintes de superficialidad. ¿Por qué entonces, autores “serios”, verdaderos ratones de biblioteca se interesan por un asunto que bien podría ser el contenido de esa revista con la que las señoras hacen hora mientras les hace efecto la mascarilla capilar?  ¿Será porque, en la clínica, el sufrimiento de la mayoría (si es que no de todos) los pacientes tiene que ver con el amor? con su falta, con su exceso, con sus equívocos, etc. Y no me refiero solamente al amor de pareja, si no que a cualquier amor  o reconocimiento: del padre, la madre, el jefe, hermanos, amigos, colegas, etc.

Entonces, partiendo por el (des)amor de pareja, cabe preguntarse qué puede decir el psicoanálisis al respecto. Y la respuesta es “bastante más de lo cabría en este post”. Sin embargo, para sintetizar me centraré en una tesis del psicoanálisis lacaniano que considera al desencuentro amoroso como un hecho estructural. Esto significa que no se trataría acá de un problema que tienen algunos sujetos “neuróticos” que no pueden mantener una “buena relación de pareja”, pensamiento que se basa en el supuesto de que habría una “buena manera” de  hacerlo. Este es eldiscurso de la impotencia, el más difundido a nivel de los medios de comunicación, el que nos hace creer  que la relación ideal existe… solo que estamos un tanto lejos de ella… ¡Pero podríamos alcanzarla!, si compramos el libro o tomamos el cursito de superación personal que aparece a pie de página y seguimos sus consejos.

Este discurso de la impotencia es a la vez un discurso de poder, en el sentido que Roland Barthes le da en su Lección inaugural de la cátedra de semiología "Llamo discurso de poder a todo discurso que engendra la falta, y por ende la culpabilidad del que lo recibe". (Barthes, 1977, p. 118). Este discurso genera en los sujetos que viven una ruptura amorosa la sensación de que a ellos les falta algo. Este sentimiento de minusvalía se traduce en quejas tales como: "Tengo mala suerte en el amor…" o "Tengo un imán para atraer pasteles…/locas…”(según sea el caso) que aluden a algo "fallado" que aquél que enuncia la frase “tendría” y que trae a la base como gran responsable a la idealización, materializada en la fantasía de de que para los demás no es necesariamente sería así, si no que habría gente con  "buena suerte”.

Por el contrario, apuesta psicoanalítica[1] señala  que estas dificultades son propias del ser hablante,  aportando con ello una mirada diferente, donde el problema ya no se juega a nivel de una carencia personal de “algunos”, si no que se refiere –entre otras cosas-  a la relación de la pulsión con la cultura, donde esta última limita la satisfacción pulsional, limitación necesaria para el desarrollo de la cultura. En esta línea, Freud, en su texto “Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa”, señala: “Esta ineptitud de la pulsión sexual para procurar la satisfacción plena tan pronto es sometida a los primeros reclamos de la cultura pasa a ser la fuente de los más grandiosos logros culturales” (1912, p. 183) .

¿No queríamos progreso?

(Continuará...)
                                                                                                             
By Macarena Jordán.


No mas pajazos mentales, son mejores los pajazos intelectuales

Un dia de estos (Garcia Marquez)




El lunes amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen madrugador, abrió su gabinete a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor, como en una exposición. Llevaba una camisa a rayas, sin cuello, cerrada arriba con un botón dorado, y los pantalones sostenidos con cargadores elásticos. Era rígido, enjuto, con una mirada que raras veces correspondía a la situación, como la mirada de los sordos.

Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rodó la fresa hacia el sillón de resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no pensar en lo que hacía, pero trabajaba con obstinación, pedaleando en la fresa incluso cuando no se servía de ella.

Después de la ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos pensativos que se secaban al sol en el caballete de la casa vecina. Siguió trabajando con la idea de que antes del almuerzo volvería a llover. La voz destemplada de su hijo de once años lo sacó de su abstracción.

-- Papá.

-- Qué

-- Dice el alcalde que si le sacas una muela.

-- Dile que no estoy aquí.

Estaba puliendo un diente de oro. Lo retiró a la distancia del brazo y lo examinó con los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvió a gritar su hijo.

-- Dice que sí estás porque te está oyendo.

El dentista siguió examinando el diente. Sólo cuando lo puso en la mesa con los trabajos terminados, dijo:

-- Mejor.

Volvió a operar la fresa. De una cajita de cartón donde guardaba las cosas por hacer, sacó un puente de varias piezas y empezó a pulir el oro.

-- Papá.

-- Qué.

Aún no había cambiado de expresión.

-- Dice que si no le sacas la mela te pega un tiro.

Sin apresurarse, con un movimiento extremadamente tranquilo, dejó de pedalear en la fresa, la retiró del sillón y abrió por completo la gaveta inferior de la mesa. Allí estaba el revólver.

-- Bueno --dijo--. Dile que venga a pegármelo.

Hizo girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde de la gaveta. El alcalde apareció en el umbral. Se había afeitado la mejilla izquierda, pero en la otra, hinchada y dolorida, tenía una barba de cinco días. El dentista vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación. Cerró la gaveta con la punta de los dedos y dijo suavemente:

-- Siéntese.

-- Buenos días --dijo el alcalde.

-- Buenos --dijo el dentista.

Mientras hervían los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo en el cabezal de la silla y se sintió mejor. Respiraba un olor glacial. Era un gabinete pobre: una vieja silla de madera, la fresa de pedal, y una vidriera con pomos de loza. Frente a la silla, una ventana con un cancel de tela hasta la altura de un hombre. Cuando sintió que el dentista se acercaba, el alcalde afirmó los talones y abrió la boca.

Don Aurelio Escovar le movió la cabeza hacia la luz. Después de observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una presión cautelosa de los dedos.

-- Tiene que ser sin anestesia --dijo.

-- ¿Por qué?

-- Porque tiene un absceso.

El alcalde lo miró en los ojos.

-- Esta bien --dijo, y trató de sonreír. El dentista no le correspondió. Llevó a la mesa de trabajo la cacerola con los instrumentos hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse. Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en el aguamanil. Hizo todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdió de vista.

Era una cordal inferior. El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillo caliente. El alcalde se aferró a las barras de la silla, descargó toda su fuerza en los pies y sintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un suspiro. El dentista sólo movió la muñeca. Sin rencor, mas bien con una marga ternura, dijo:

-- Aquí nos paga veinte muertos, teniente.

El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela. Entonces la vio a través de las lágrimas. Le pareció tan extraña a su dolor, que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón. El dentista le dio un trapo limpio.

-- Séquese las lágrimas --dijo.

El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Mientras el dentista se lavaba las manos, vio el cielorraso desfondado y una telaraña polvorienta con huevos de araña e insectos muertos. El dentista regresó secándose. "Acuéstese --dijo-- y haga buches de agua de sal." El alcalde se puso de pie, se despidió con un displicente saludo militar, y se dirigió a la puerta estirando las piernas, sin abotonarse la guerrera.

-- Me pasa la cuenta -dijo.

-- ¿A usted o al municipio?

El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica:

-- Es la misma vaina.  

Masturbarse y leer al mismo tiempo...un logro de Tetas y Letras

Infierno (Isaac Asimov)



Asi que... ¿ quieren saber como es el infierno ? 

Yo se los puedo decir; llevo muchos años viviendo aquí. Aunque todavía no estoy muy seguro de poder llamar vida a esto. 

Ja, ja, ja. No, no hay llamas alrededor mío y aunque hace un calor tremendo, supongo que alguna vez hubo aire acondicionado pero deben haber pasado milenios desde la última vez que funcionó. 

¿ En qué consiste mi castigo aquí? Es muy sencillo y aterrador al mismo tiempo: dispongo de una eternidad y una excelente memoria. Durante todos estos años he repasado los recuerdos que pueblan mi mente una y otra vez. Y los peores parecen visitarme más a menudo.

Mi condena es el remordimiento. Recuerdo perfectamente mis errores como si los cometí ayer y la impotencia de hacer algo para repararlos me desgarra el alma. Mis ojos ya no tienen lágrimas, he acabado todas las que tenía. 

Mi condena es el recuerdo claro. Aquella vez que le contesté a mi Madre una majadería, y cuando le robaba las monedas que le daba mi padre para comprar las pocas cosas que podían darnos de comer. Lo recuerdo claramente hoy a pesar de los años, pero con el arrepentimiento que no sentí en aquellas ocasiones. 

Todos mis errores se agolpan en mi mente. Supongo que mi cerebro de cualquier manera ya no es normal. 

¿ Cómo demonios voy a decirle a mi Padre que lo quise y admiré; ¿ cómo voy a llamar a la mujer que siempre amé pero a la que nunca se lo confese? ; ¿ Cómo voy a darles ahora a mis hijos el cariño que siempre les negué, el tiempo que nunca les dediqué? De mi mujer ni les platico: son demasiadas las cosas que le hice pasar. Acaso quieren torturarme aun más? 

En el mundo la vida sigue su curso y supongo que todos los que alguna vez me conocieron ya se han olvidado de mi. Sin embargo, yo los recuerdo a todos. Ya les dije: mi memoria es perfecta. 

Recuerdo al compañero de secundaria que ahora lleva en la boca dos dientes de plástico por mi culpa; recuerdo a la maestra que se desesperaba con mis ácidos comentarios; recuerdo a mi asesor mesándose los cabellos por no saber que hacer con un alumno como yo. 

Están también en mi recuerdo las mujeres a las que nunca amé pero les aseguré lo contario, los hombres a los que defraudé y sobre todo aquellos que me ofrecieron su amistad a lo largo de mi vida, pero que les respondí al final siempre con una traición. ¿ Cómo olvidarlo ?

Si! Aunque no lo crean, todo eso lo recuerdo. Tambien la noche que cometí mi primer robo; y muchos crímenes después, cuando asesiné la primera vez. Siento todavía la sangre caliente y espesa en mis manos y pecho. Fue de alguna manera cuando decidí que tenía apetito para mucho más. Nunca pensé que me estaba ganando este sitio a pulso. 

Esto es el infierno. En mi mente todos mis errores, mis manos atadas a mi espalda y cuatro paredes blancas acolchadas que no me permiten ni siquiera estrellar mi cabeza contra ellas y así acabar con este martirio.

martes, 3 de enero de 2012

De la histeria al orgasmo




En 1869, el doctor norteamericano George Taylor desarrolla el primer aparato vibrador. Una incómoda máquina de vapor, diseñada y recomendada para el tratamiento de una enfermedad conocida en aquel momento como histeria femenina.
Aunque ya en el año 653, los médicos recomiendan lo siguiente para tratar la histeria:
“… Consideramos necesario pedir a una comadrona su intervención, masajeando la zona genital con un dedo usando aceite de lirios o similares. De esta manera, la mujer afligida se encontrará excitada hasta el paroxismo… especialmente en el caso de las viudas, mujeres que viven en castidad, y religiosas… Es menos recomendable en caso de mujeres muy jóvenes o casadas, para las que es mejor remedio tener relaciones con sus maridos.”
Pero el que patenta el primer vibrador electromecánico con forma fálica es el doctor inglés Joseph Mortimer Granville en 1880, cansado de masturbar manualmente a sus pacientes, lo que le hacía perder mucho tiempo con cada una, y por tanto, atender a muy pocas.
En esa época y en otras anteriores, el masaje de clítoris es considerado el único tratamiento adecuado contra la histeria, de manera que cientos de mujeres acuden cada día a su médico para que les masajee la zona y les induzca a un “paroxismo histérico”, hoy conocido como orgasmo.
La historia del vibrador me la contaron ayer en la presentación de dos nuevos artilugios, que poco tienen que ver ya con sus predecesores.
Son más sofisticados, funcionan con pilas y tienen una duración de 40 minutos. Son la continuación del famoso anillo vibrador del que tanto he hablado aquí, pero muy mejorados.
Uno es el play vibration touch, una funda de dedo vibratoria, más bien para una solita; y el play vibration ultra, que es como el anillo pero más perfeccionado.
Qué cosas, el vibrador era un instrumento médico y es en los años 20 del siglo pasado cuando empiezan a perder ese carácter por los tabúes y a adquirir connotaciones pornográficas. Y así ha sido, casi hasta ayer mismo.

LLamándonos (Enrique Fogwill)






a María Eugenia C.
Y NUNCA MÁS VOLVIMOS A ENCONTRARNOS después de la famosa charla telefónica. Puse famosa porque durante mucho tiempo aquella charla fue famosa para nosotros, y porque aunque ahora ya no hablamos más de ella –porque no hablamos más– ahora siguen hablando de ella sus amigas y los novios de ella y de sus amigas. Todos hablan, la nombran; todos siguen imaginando aquella charla de mil maneras, con mil distintos desenlaces y por mucho tiempo más, pienso, seguirán charlando todos y comentándose la charla.
    Pero aquella charla es más famosa para mi corazón, porque desde entonces nunca más ella y yo volvimos a vernos. ¿En Buenos Aires? ¿Es posible que en Buenos Aires, dos, nunca más hayan vuelto a encontrarse? Sí: es posible. Ni nos vimos, ni yo la vi, ni creo que tampoco ella a mí me haya visto.
    Pero desde hoy serán las dos famosas: la charla y ella. Voy a nombrarla, se llama Diana Rivera Posse y fue mi amante por un tiempo: tres meses. Es una mujer alta, de ojos notables y manos grandes y ahora va a ser famosa por esta historia de la charla telefónica que comienzo a contar.
    Diana: fuimos amantes por un tiempo. Nada serio. Nos encontrábamos algunos viernes. Salíamos a comer. Recuerdo que comimos en el antiguo restaurante japonés, en Bistró, en el griego de Córdoba y Montevideo y en la cantina El Viejo Pop de Mar del Plata. Dormimos juntos algunos de esos viernes –nada importante– y tres noches seguidas de aquel fin de semana largo de abril que nos fuimos al mar. Por lo demás, nos vimos poco. Algunas mañanas llamaba a mi oficina: "estoy libre", decía, y yo a veces arreglaba una cita, fingía un almuerzo de negocios y corría a abrazarla en mi piecita por unas horas. Era otoño: algunos mediodías de calor salimos apurados y sin bañarnos y al caer la tarde, en la oficina, yo sentía subir del saco olor a ella, olor a mí y olor a ensayo de bailarinas y perfumes mezclados.
    Algunas veces la llamé yo. Atendía el padre o la madre y nos citábamos en un café después de la comida. Esas noches nos besábamos en el auto pero no nos acostábamos: ella debía levantarse temprano para sus clases y yo andaba arrastrando mis ganas de olvidarme de todo y sentarme a escribir. Llamo a esto escribir. Y ella ahora será famosa: todos sabrán desde hoy que en la fiesta de Caride nos acostamos en uno de los dormitorios del segundo piso con Equis –esa actriz peronista– y que enseguida se agregó a nuestro grupo Marcelo Siano, que trabaja en Wrigley's y puede atestiguarlo, y que más tarde se vino con nosotros Gonzalo Roca trayendo una botella, y que más tarde los tres hombres nos sentamos a beber directamente de la botella de Chandon, mirándolas a Diana Rivera y a la estrella peronista que jugaban a morderse y hacerse marcas como gatas mientras el novio (el que había sido su novio hasta poco antes y que me dicen que ahora ha vuelto a ser su novio) bailaba en el living de la planta baja.
    No sé por qué, siempre los novios verdaderos bailan cuando las mejores cosas están sucediendo en la realidad. Me lo imagino ahora al novio bailando en algún otro lugar, musical, elástico, y sabiendo que desde hoy tiene una novia famosa: Diana. Dudo que ella lo ame.
    Ni a mí me amaba. Fuimos amantes, pero no nos amamos hasta la vez de aquella charla telefónica. Me había llamado ella. Era domingo; yo estaba trabajando, cansado, y necesitaba liquidar un informe para la edición de la tarde del lunes. Ella quería que le hablase. Conté qué estaba haciendo, qué había hecho la noche anterior y lo que pensaba serían mis planes para ese día y el siguiente.
    Quisimos vernos. Casi acordamos una cita, pero después dije que no, que nos veríamos el martes, que fijaríamos la cita durante la mañana del martes.
    Y yo hasta aquel domingo nunca la había amado, pero esa vez la amé:
    –¿Y si nos vemos en Fred's el martes?– sugería ella.
    –Sí –dije–. Puede ser. y si no, te llamo a la mañana...
    Y así comenzó todo: ella dijo que mis palabras la tocaban.
    –¿Cómo? –pregunté .
    –Me tocan –dijo ella–. Siento que me tocás: Me tocan.
    Quise saber, pregunté más.
    –¿Dónde te tocan?
    –Ahí –contestó–, me están tocando ahí...
    –Tocame vos –pedí y ella dijo que era "precioso".
    –No –le dije–. Eso no me toca.
    –¡Sos hermoso y precioso! –repitió.
    –Tampoco toca –dije.
    –¡Sos asqueroso! –probó ella.
    –¿Cómo asqueroso? –pregunté yo, sintiendo algo.
    –¡Como un sapo asqueroso y hermoso! -contestó.
    –Puta –le dije y averigué–: ¿Te toca si te digo puta?
    –Sí –dijo como un suspiro–. ¡Sí! Y cuando te hablo yo... ¿Te toco?
    –No, vos no. Me toco solo. Yo, me toco –anuncié–. ¿Te toca?
    –¡Baboso! –ella me dijo y:
    –Tortillera –le dije yo, sintiendo que respiraba fuerte, y más (pidió que le dijera más) y yo dije "baba", "rata", "gata", "tortillera" y también que la estaba tocando:
    –Te toco entre las piernas con un teléfono asqueroso negro –amenacé.
    –¿Sucio? ¿Enchastrado? –indicó ella.
    –Sí –le juré y entonces me di cuenta que ella estaba jadeando de verdad.
    No entendía por qué; quise saber:
    –¿Te estás tocando, vos...?
    –No; vos me tocás. ¡Cuando hablás me tocás! –susurró ella.
    –¿Será porque me toco...? –Supuse y probé: –¿A ver?
    –Ahora sí –decía ella–. ¡Ahora no... ! ¡Ahora... sí!
    Y acertaba siempre y jadeaba. Jadeaba más cuando decía que sí, y creo recordar que también acertaba siempre: si yo tocaba, ella decía que sí y sentía. Pero ¿dónde?
    –¿Dónde? –le volví a preguntar.
    –Ahí, te dije, ¡ahí...!
    –¿Cómo?
    –Como si yo tuviera un...
    –¿Y no tenés, acaso, un...?
    –Sí, pero uno igual a vos. ¡Uno igual...! –exclamó y entonces jadeó más y le dije que pronto cortaríamos la comunicación y ella dijo que también cortaría al mismo tiempo, y estoy casi seguro de que también esa primera vez cortamos juntos, al mismo tiempo.
    Desde entonces no volvimos a vernos; nunca la vi, y creo que ella a mí nunca me vio. El martes, cuando la llamé desde la oficina, dijo que no quería verme. "Nunca más", dijo. "Hablame". Entonces ese mediodía fui a mi piecita y desde ahí la llamé.
    Y seguimos llamándonos muchas veces. Siempre juntos, al mismo tiempo, hablábamos. Adivinaba ella cada vez, decía "sí" al tocar, como suspirando y yo también sentía que sus palabras me tocaban y eso, –ahora puedo reconocerlo–, lo aprendí de ella, pero solamente me sucedió con ella.
    Siempre hablábamos. Siempre llamaba ella, a veces yo. Me sucedía una cuestión de orgullo: esperar a que llamase. Siempre llamaba ella, y si yo pasaba lejos de la piecita varios días entonces calculaba que ella había estado tratando de llamarme, y la llamaba yo. "¿Llamaste?", preguntaba. "¡Sí!", decía ella, "...pero no contestabas".
    ¡Cuántas veces tomé el tubo del teléfono y dije: "hola" con el tono de voz que bien sabía que la tocaba y me sorprendía alguna voz distinta preguntando por mí, por "señor Fogwill", como si el que había pronunciado aquel "hola" no hubiera sido yo!
    ¿Cuánto duró? Tres meses, cuatro. Para entonces, nuestra charla había comenzado a volverse famosa. Las amigas... Algunas me llamaban, decían un nombre falso, y me pedían que hablase, pero no era lo mismo. Sólo con ella –vuelvo a nombrarla– sólo con Diana, las cosas solían producirse de aquel modo. Y después todo se derrumbó. Una sola vez que nos falló, dejamos de llamarnos. Cuestión de orgullo, o miedo de que ya no pudiera tocarla con mi voz. Como ella no llamaba, tampoco llamé yo. La última vez que hablamos. sintió mi voz y dijo no, que ahora tampoco, que ya no sería más posible, que nada más valía la pena, y que ya todo se había terminado.
    ¿Terminado?
    Ahora que todos hablan, ahora que hasta han escrito una novela con nuestro tema, ahora que todos saben la historia de la famosa charla y ahora que ella también ha comenzado a ser famosa como la charla, dudo que algo haya terminado. Creo que algo comienza: pienso que escribo y que ahora todo lo escrito vuelve a tocarla a ella y entonces vuelve eso a tocarme a mí, como un reflejo, y siento que es mejor que hayamos dejado primero de vernos, y después de hablarnos, porque hay nuevas maneras de hacernos eso, contárnoslo, mostrando a todos la verdad de lo que es nuestro amor, esta nueva manera, el mejor modo de nuestro amor.
    A las amigas, a los novios de ella y de las amigas, y a todos los que escuchen en cualquier parte sus famosas grabaciones de nuestras charlas, se les formó una idea equivocada de nuestro amor. Nuestro amor no eran esas voces y ruidos que escucharon grabado tantas veces. Nuestro amor fue todo lo que hicimos y que ahora circula entre nosotros, entre todos los que en un mismo instante estaremos leyendo una vez, otra vez más, (¡más! ¡más!), la historia de la famosa charla, y a un mismo tiempo, en diferentes sitios y sobre diferentes hojas de papel, una vez más, muchas veces (más, más) de esa historia famosa de amor sintamos juntos el final.

            
Fuente: http://www.literatura.org/Fogwill/fllama.html

Decalogo (personal) del escritor



Variando apenas una ironía de Groussac, podríamos decir que el decálogo de escritor, como todo género literario, tiene sus leyes inviolables y propias; la primera es que no se debe intentar. Reúno aquí de todos modos algunas frases que se convirtieron para mí en algo parecido a mandamientos íntimos, que atendí en distintos momentos. Observo que llegan a doce, pero no me decido a eliminar ninguna: me excuso en que no tengo preferencias supersticiosas por el sistema decimal.
Uno. Tres atributos perseguirás: la originalidad en las ideas, la maestría en la ejecución y el elemento artístico en la escritura (Julio G. Martínez).
Dos. No creerás ni te dejarás convencer de que la literatura es una sola y puede reducirse a tal o cual ismo. “No escuches ni a quienes te encerrarían en rincones de ella, diciéndote que solo habita aquí o allá, ni a quienes querrían persuadirte de que despliega sus alas enteramente fuera de la vida, respirando un aire superfino y apartando la cabeza de la verdad de las cosas” (Henry James).
Tres. No creerás en las falsas dicotomías de lenguaje versus trama, realismo versus ficción, novedad versus tradición. Experimentarás en tu obra estas oposiciones hasta superarlas (Paul Bénichou).
Cuatro. No creerás en los clichés románticos de personajes supuestamente desobedientes. “Cuando mis personajes se rebelan, yo les recuerdo quién es el jefe” (Patricia Highsmith). Tampoco creerás que hay textos escritos con sangre o con vísceras (toda ficción es un artificio), ni preferirás la combinatoria de la asociación libre o las simulaciones del azar a la creación paciente y deliberada. Antes de proclamarte vanguardista recordarás que el vanguardismo también es una tradición, que acaba de cumplir cien años.
Cinco. Escribirás sobre aquello en lo que no puedes dejar de pensar (Jerzy Kosinski).
Seis. Recordarás que la novela debe competir con la vida (Henry James).
Siete. No irás por detrás de tu texto con explicaciones y coartadas, como quien trata de empujar con soplidos la flecha ya disparada (Julio Cortázar). Di tu palabra y rómpete (Nietzsche).
Ocho. Tratarás al éxito y al fracaso como dos impostores (Rudyard Kipling).
Nueve. Serás sucesivamente el camello que se deja cargar, el león en el desierto y el niño. “Absorberlo todo, combatirlo todo, olvidarlo todo” (Nietzsche).
Diez. A partir de cierta edad, las coincidencias con otros escritores o las novedades te importarán menos que lo que creas verdadero (Borges).
Once. Te opondrás al nihilismo sin dejar de ser ateo (Tzvetan Todorov).
Y doce. Buscarás en tu literatura lo fundamental para que el arte exista: la humanitas, el sentido apasionado de la condición humana 

lunes, 2 de enero de 2012

Oh make me a mask (Dylan Thomas)



Fabricame una máscara y un muro que detenga a tus espías
de penetrantes ojos esmaltados y garras telescópicas,
estupro y rebelión en las habitaciones de los niños de mi rostro;
una mordaza de árbol caído que sujete a enemigos desnudos,
a la lengua de bayoneta en este rezo desguarnecido
a la boca presente, y a la dulce trompeta del engaño;
ataviada en antigua armadura, y en roble, la aprobación de un tonto,
para usarla de escudo contra la inteligencia esplendorosa,
y sembrar confusión entre los jueces examinadores;
y el viudo lamentar, manchado por las lágrimas,
curvado al descender por las pestañas
para disimular la belladonna y que los ojos secos perciban
cómo otros traicionan las mentiras plañideras de sus pérdidas
con el doblez de la desnuda boca o la risa en la manga.


Rayuela - Capitulo 10 (Julio Cortazar)

    Las nubes aplastadas y rojas sobre el barrio latino de noche, el aire húmedo con todavía algunas gotas de agua que un viento desganado tiraba contra la ventana malamente iluminada, los vidrios sucios, uno de ellos roto y arreglado con un pedazo de esparadrapo rosa. Más arriba, debajo de las canaletas de plomo, dormirían las palomas también de plomo, metidas en sí mismas, ejemplarmente anti-gárgolas. Protegido por la ventana el paralelepípedo musgoso oliente a vodka y a velas de cera, a ropa mojada y a restos de guiso, vago taller de Babs ceramista y de Ronald músico, sede del Club, sillas de caña, reposeras desteñidas, pedazos de lápices y alambre por el suelo, lechuza embalsamada con la mitad de la cabeza podrida, un tema vulgar, mal tocado, un disco viejo con un áspero fondo de púa, un raspar crujir crepitar incesantes, un saxo lamentable que en alguna noche del 28 ó 29 había tocado como con miedo de perderse, sostenido por una percusión de colegio de señoritas, un piano cualquiera. Pero después venía una guitarra incisiva que parecía anunciar el paso a otra cosa, y de pronto (Ronald los había prevenido alzando el dedo) una corneta se desgajó del resto y dejó caer las dos primeras notas del tema, apoyándose en ellas como en un trampolín. Bix dio el salto en pleno corazón, el claro dibujo se inscribió en el silencio con un lujo de zarpazo. Dos muertos se batían fraternalmente, ovillándose y desentendiéndose. Bix y Eddie Lang (que se llamaba Salvatore Massaro) jugaban con la pelota I'm coming, Virginia, y dónde estaría enterrado Bix, pensó Oliveira, y dónde Eddie Lang, a cuántas millas una de otra sus dos nadas que en una noche futura de París se batían guitarra contra corneta, gin contra mala suerte, el jazz.
— Se está bien aquí. Hace calor, está oscuro.
— Bix, qué loco formidable. Poné Jazz me Blues, viejo.
— La influencia de la técnica en el arte —dijo Ronald metiendo las manos en una pila de discos, mirando vagamente las etiquetas—. Estos tipos de antes del long play tenían menos de tres minutos para tocar. Ahora te viene un pajarraco como Stan Getz y se te planta veinticinco minutos delate del micrófono, puede soltarse a gusto, dar lo mejor que tiene. El pobre Bix se tenía que arreglar con un coro y gracias, apenas entraban en calor zás, se acabó. Lo que habría rabiado cuando grababan discos.
— No tanto —dijo Perico—. Era como hacer sonetos en vez de odas, y eso que yo de esas pajoterías no entiendo nada. Vengo porque estoy cansado de leer en mi cuarto un estudio de Julián Marías que no termina nunca.

 
© Copyright 2035 Tetas y Letras
Theme by Yusuf Fikri